OBRAS COMPLETAS

DE

D. ARMANDO PALACIO VALDÉS

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TOMO III


EL SEÑORITO OCTAVIO


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MADRID
Librería de Victoriano Suárez,
PRECIADOS, NÚMERO 48
1896



ES PROPIEDAD DEL AUTOR



AL ÍNDICE



              MADRID.—Hijos de M. G. Hernández, Libertad, 16 dup.º                

I

Despierta el héroe.

NI las ventanas cerradas con todo esmero, ni las sendas cortinas quesobre ellas se extendían, eran dique suficiente para la luz, quevergonzantemente se colaba por los intersticios de las unas y laurdimbre de las otras. Pero esta luz apenas tenía fuerza para mostrartímidamente los contornos de los objetos más próximos á las cortinas.Los que se hallaban un poco lejanos gozaban todavía de una completa ydulce oscuridad. Las tinieblas, desde el medio de la estancia, atajabanel paso á la luz, riéndose de sus inútiles esfuerzos.

Hé aquí los objetos que se veían ó se vislumbraban en la estancia.Apoyado en la pared de la derecha y cercano al hueco de la ventana, unarmario antiguo, que debió ser barnizado recientemente, á juzgar por laprisa con que devolvía en vivos reflejos los tenues rayos de luz quesobre él caían. Enfrente, y cerca de la otra ventana, un tocador demadera sin barnizar, al gusto modernísimo, de esos que se compran en losbazares de Madrid por poco dinero. No muy lejos del tocador, una sillaforrada de reps, sobre la cual descansaban hacinadas varias prendas devestir, masculinas. Hasta el instante de dar comienzo esta verídicahistoria, nada más se veía. Esperemos.

Suenan por la parte de afuera algunos ruidos matinales que dejanpresumir el sitio en que nos hallamos. Nada de carruajes que al pasarrodando estremecen con leve vibración nuestros cristales y nuestrolecho; nada de voces ásperas y opacas que pregonan no se sabe qué; nadade mazurcas, cien veces concluídas y cien veces comenzadas por los dedosaprendices de alguna vecina. Escúchanse gorjeos suaves de pájaros,ladridos de perros, golpes de herramienta y una que otra imprecaciónlanzada sobre las inocentes bestias que arrastran un carro. En lashabitaciones interiores se alza el cántico, más fresco que melodioso, deuna criada. Tal vez nos hallemos en el campo. Sin embargo, que no seanticipe juicio alguno acerca de este punto.

La luz, cada vez más atrevida, consigue acorralar á las tinieblas en losrincones de la estancia. Algo más se ve. Una mesa de escribir talladacon pésimo gusto, y sobre la cual hay muchos papeles y un enjambre debaratijas que los sujetan. Detrás de la mesa un sillón forrado de lamisma tela que la silla que antes hemos visto, y detrás del sillón, ycolgada de la pared, la cabeza disecada de un ciervo, sobre cuya profusacornamenta descansa una linda escopeta de dos cañones, y debajo de lacabeza, y también colgados, un par de floretes, otro de caretas y unguante de esgrima. El pavimento de la sala está cubierto con unaalfombra ordinaria y sus paredes exornadas de varios cromos querepresentan... No percibimos bien lo que representan: ya lo sabremoscuando haya un poco más de luz.

Se oye una respiración suave y acompasada. La luz deja en descubierto elmarco de una puerta con vidriera discretamente entornada. Es la puertade una alcoba, y dentro de ella ya

...

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