Nota del Transcriptor:
Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.
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La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público
URBANO MANINI, EDITOR, MADRID
NOVELA DE COSTUMBRES RIDÍCULAS
ORIGINAL DE
D. RAMON ORTEGA Y FRIAS
ADMINISTRACION
Calle de SERRANO, Núm. 14, Barrio de Salamanca
MADRID.—1872
Esta obra es propiedad deD. Urbano Manini, y nadie sinsu consentimiento podrá reimprimirlani traducirla.
Queda hecho el depósito quemarca la ley.
Imprenta de José A. Muñoz, Almirante, 7
Hay quien tiene al ridículo más miedo que ála muerte, así como hay quien pone todo su empeñoen caer en el ridículo más lastimoso.
Sabemos que es trabajo perdido hacer advertenciasá los tontos y á los nécios; pero de estoslos hay de dos clases: los que lo son por naturaleza,y los que pudiéramos llamar contagiados.Si los primeros son incurables, porque nopuede modificarse su organizacion, para los segundoshay remedio, y hé aquí por qué escribimoseste libro.
No temas, lector, que te fatiguemos con disertacionesmorales ó científicas, pues sabemosdemasiado bien que una obra como la presentees preciso que ante todo encierre el interés del[6]drama, y que si se escribe con el buen fin de enseñar,de corregir vicios sociales, es preciso queenseñe recreando, que corrija deleitando.
Por más que los tipos que vamos á presentarte,amado lector, estén copiados del natural,y aunque son verdaderos casi todos los episodiosque vamos á darte á conocer, este libro es al finuna novela, que unas veces te hará reir y otrasllorar; una novela cuyo artificio habrás de seguirdetalle por detalle, paso á paso, hasta eldesenlace, que de seguro desearás conocer. Léelacomo quien no piensa más que en solazarse y enmatar el tiempo, que es cosa que saben hacermuy bien los españoles, y aunque no quieras habrásde pensar alguna vez en lo que nunca haspensado; tal vez comprenderás lo que no has comprendido,porque no te has tomado la molestiade examinarlo, y tambien sucederá que al leeralguna página digas: «Esto ya lo sabia yo;» locual no ha de desagradarme, pues es precisamentelo que busco, lo que deseo, lo que me propongo.
Lo que no es de todos tiempos, lo que no esun vicio social engendrado por las pasiones inherentesá nuestra naturaleza, sino consecuenciade las costumbres de una época ó de los extravíosde una generacion, no tiene nombre en ningunidioma, y como es preciso que lo tenga, sele pone, y esto no lo hacen las academias lite[7]rarias,ni los sábios aisladamente, ni siquiera loshombres de mediana ilustracion, sino la masapopular, el vulgo, y entre el vulgo el más ignorantequizá de sus indivíduos. La nueva palabra,rechazada primero porque no reconoceuna etimología griega, ni siquiera latina, hacefortuna á despecho de las eminencias científicas,se acepta, y todos la usan como absolutamenteindispensable para hacerse comprender.
Decimos esto, para justificar el título de lapresente obra.
Hay en la sociedad un crecido número