Nota del transcriptor: se conserva la ortografía del original. |
Madrid.
Imprenta de d. José Maria Marés, Corredera Baja de San Pablo, núm. 27.
1848.
CAPITULO PRIMERO. CAPITULO II. CAPITULO III. CAPITULO IV. |
De cuáles fueron los padres de Doña Juana la Loca, y las cosas quepasaban en su palacio.
on Fernando y doña Isabel, célebres y nunca bien ponderados reyescatólicos, ocupaban los tronos de Aragon y Castilla, dando un ejemplo demoralidad y sabiduría á toda su córte, y siendo estimados altamente, nosolo por la aristocrácia de su época, sino tambien por todos sussúbditos. Muy agradecidos los régios esposos á las muestras de cariñoque estos continuamente les prodigaban, no podian menos de espresarlessu reconocimiento de una manera mas loable, porque estos monarcas no sedesdoraban de que cualquier vasallo hiciese parar su carruaje, aun enlos sitios mas públicos y concurridos, para prestar atencion á lo queles quisiesen manifestar. No obstante de esto, siempre se ha conocido,segun los historiadores, el no faltar nunca entre los palaciegosaquellas comunes discordias y hablillas, hijas de la envidia. Ningunaprueba que caracterice mas esta verdad, que la de que hallándose ya encinta la reina Isabel la Católica, comenzasen á propalar variospersonajes, entre los cuales se hallaba D. Enrique de Villena, que lasucesion que esperaban no podia menos de ser bastarda; y esto lodeducian de las varias escenas que habian presenciado en palacio. Massin embargo de ser D. Fernando tan previsor, y de inspeccionar tanto lascosas que le eran anejas, parece que estas voces las tomó por vagas, yno se cuidó de ellas; asi es, que dichos personajes atribuian laindolencia de D. Fernando en este punto, al miedo ó al escesivo amor queprofesaba á Doña Isabel, la cual unia á los vínculos de esposa, el sernieta de su hermano.
Miras particulares se llevaban el de Villena y otros en difundir por elvulgo tales voces, pero miras que mas tarde fueron descubiertas por losque mas le vendian amistad, declarando al soberano verbalmente losproyectos concebidos por ellos, y mostrándole por escrito lacorrespondencia que habian interceptado dirigida á D. Juan de Portugal,á la cual contestó inmediatamente D. Fernando por medio de su enviado denegocios, Lope de Alburquerque. No habiendo querido Don Juan de Portugaldar audiencia al enviado de Castilla, y habiéndolo llegado á saber muypronto D. Fernando, montó en cólera de tal suerte, que nadie se atreviaá dirigirle una palabra. Procuraban aplacarle en algunos momentos defuria, pero todo era en vano; amenazaba que haria entender á suscontrarios lo que merece el que agravia al monarca de Castilla, y quemostraria cuán grandes eran sus fuerzas